VISITA DE PARTE DE LA JUNTA RECTORA A LOS REFUGIOS DE LA GUERRA EN ALMERÍA
Recorrido por una de las obras más singulares de la ingeniería y arquitectura del siglo XX en Andalucía, los refugios de la Guerra Civil de Almería, los segundos más largos de Europa abiertos al público
La comitiva estaba encabezada por el Decano de la Demarcación, Luis Moral Ordóñez, junto con la Representante almeriense; el Secretario de Caminos Andalucía, José Luis Sanjuán Bianchi; el Representante del CICCP en Córdoba, Manuel Bravo Márquez; y el vocal de la Junta Rectora de Cádiz Patricio Poullet Brea, así como el colegiado almeriense Juan de Oña. En la hora que duró la visita recorrieron los 965 metros de galerías accesibles, de los 4’5 km que conforman los segundos refugios más largos de Europa abiertos al público (tras los de Cartagena, Murcia). Los almerienses tienen la singularidad de contar con un quirófano completamente equipado, una despensa y una pequeña sala recreada con juguetes de la época.
Los refugios de la ciudad de Almería se construyeron en poco más de quince meses, a partir de 1936, con un presupuesto de 4.500.000 pesetas, sin medios mecánicos, “a pico y pala”, por 400 obreros con la ayuda de los habitantes en pleno periodo de bombardeos. En sus muros de hormigón aún frescos dibujaban los niños imágenes de sus vivencias en esos días de horror que se conservan en la actualidad. A la altura de sus ojos, casi pegados al suelo, pueden encontrarse los marcados perfiles de los aviones y barcos bombardeando sus casas.
Esta gran galería, que recorría el subsuelo del Paseo de Almería, arteria principal de la ciudad, estaba concebida para albergar al núcleo principal de la población, unas 40.000 personas de las 50.000 que tenía la capital. Muchos huyeron a los campos y cortijos lejos de la ciudad para huir de las bombas, incluido el propio arquitecto, que cada día regresaba a la capital para completar la obra. Se hicieron en hormigón ciclópeo, con muros de 40-60 cm. de grosor sobre los que descansaba el techo de bóveda de cañón rebajada. Disponía de contrafuertes situados de forma que evitaran las consecuencias de las ondas expansivas de las explosiones y cuya disposición, con estrechamientos sucesivos, obligaba a un tránsito de solamente dos o tres personas, lo que impedía el atropellamiento y el riesgo de avalanchas. El suelo era de tierra apisonada y se le incorporó un pequeño banco adosado a la pared para el descanso. La ventilación se resolvió con tubos de fibrocemento de 200 milímetros de diámetro, alcanzando en algunos puntos una longitud de 15 a 20 metros hasta llegar a la superficie.
Las bocas de entrada se taponaron al término del conflicto con quioscos de prensa diseñados por el mismo arquitecto, muchos de los cuales se conservan hoy. Este entramado principal del subsuelo de Almería se completaba con otras innumerables ‘minigalerías’ privadas que construían las familias más adineradas y cuyas entradas estaban en sus propias casas, conectadas entre varios vecinos.