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DEMARCACIÓN DE ANDALUCÍA, CEUTA Y MELILLA DEL CICCP

Remembranza de las clases finales impartidas por Miguel Losada en el contexto de cursos de Especialización Práctica de Ingeniería Marítima del CICCP. Gregorio Gómez Pina reflexiona sobre la reciente noticia del fallecimiento de Losada, su impacto en la comunidad de ingeniería marítima y comparte recuerdos personales de las últimas clases del profesor.

«Hace unos días conocí el fallecimiento de Miguel Ángel Losada Rodríguez mediante una llamada de un amigo común, a través del cual seguía el estado delicado de salud en que últimamente sabíamos que se encontraba Miguel. Habíamos estado hablando de ello un par de días antes y, de verdad, tenía la esperanza de que lo superaría… pero fue ver quién me llamaba y mis primeras palabras fueron “Miguel ¿no?”, como desgraciadamente así fue. Me tocó transmitir por WhatsApp tan triste noticia al Colegio y a todo el grupo de amigos que formamos “pandilla”, desde hace ya muchos años, en este mundo de la ingeniería marítima, la mayoría de los cuales se quedaron impactados emocionalmente, pues no se esperaban tan triste noticia. En muy poco tiempo también recibí correos y mensajes de otros grupos de amigos y profesores de diferentes sitios que mostraban su enorme pena y desasosiego por su pérdida. Era difícil imaginarse que ya no estaba entre nosotros una persona de una personalidad tan relevante y que tanto había aportado a la enseñanza e investigación del complejo mundo de la ciencia del océano. Frases como: “Yo me siento profesionalmente huérfano, todo lo que sé lo aprendí de él”; “Aún hoy me cuesta hacerme a la idea de que Miguel ha fallecido”; o “Gran maestro y amigo”, fueron las primeras reacciones derivadas de esta tan triste noticia, dichas además por profesores y profesionales de la máxima relevancia nacional e internacional. Enseguida salieron a la prensa en diversos periódicos nacionales y locales (principalmente Andalucía y Cantabria, en donde desarrolló su extensa carrera científica), así como en las redes sociales, noticias y artículos relacionados con su pérdida y su aportación a la excelencia como profesor e investigador universitario.

Como van a seguir saliendo muchos artículos y noticias sobre él (y así debe de ser), me gustaría aportar algo más personal y local desde nuestro Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Demarcación de Andalucía, Ceuta y Melilla, en donde Miguel Losada siempre daba la última clase, el día en que se entregaban los diplomas, como broche final de nuestras diferentes ediciones realizadas. Llevo unos días rescatando de mis archivos estas clases finales, los tarjetones de las invitaciones, los títulos de sus clases, las fotografías… y debo decir que me ha invadido un halo de tristeza y melancolía el remover todos esos recuerdos. Él siempre me proponía un título, que además no lo hacía de forma inmediata, sino que me pedía que le dejara un tiempo para ver qué tema podría resultar más interesante. Eran ideas que él llevaba en la cabeza, por su importancia y porque con toda seguridad llevaba muchas horas de trabajo sobre ellas. He recobrado, a efectos ilustrativos, tres títulos de nuestros tarjetones de invitación, con los años y con los nombres de nuestros tres decanos que tuvimos durante las diez primeras ediciones en que Miguel dio sus clases: “Los Ámbitos de la Ingeniería de Costas” (Virginia Sanjuán, 2009), “La Ingeniería Marítima en el Siglo XXI: Desafíos y Posibilidades (Abraham Carrascosa, 2014) y “El Número de Iribarren y la Semejanza en la Ingeniería Marítima” (Luis Moral, 2019). Al comenzar esta clase, Miguel nos comunicó que iba a ser su última en el Colegio, pues quería ya tomarse las cosas de otra forma y empezar a aflojar su ritmo de trabajo. Esto fue algo que todos sentimos, pero que entendimos perfectamente. Resultó además una conferencia muy especial, yo diría que la más profunda técnicamente, pues llevaba tiempo dándole vueltas al conocido número de Iribarren, que, por supuesto, todos los que estábamos allí lo conocíamos y aplicábamos. Digo “conocido” porque, fuera de España, ese mismo parámetro fue atribuido al Profesor Battjes (con otro nombre). Fue gracias a los primeros trabajos de Miguel Losada sobre diques, que tuvieron gran relevancia internacional, cuando dicho parámetro se empezó a conocer con su nombre primitivo español, el “número de Iribarren”, algo que ha quedado ya establecido para siempre (y reconocido por el propio Battjes). Nuestra sorpresa fue muy grande cuando Miguel empezó su conferencia reanalizando dicho parámetro y reconociendo él mismo que su aplicación no había sido totalmente correcta. Y de eso trató la clase, en donde argumentaba todo ello, sin duda sobre la base de muchísimas horas de trabajo y sus profundos conocimientos de la teoría del oleaje. ¡En eso consistía su genialidad! y, la verdad, ahora que escribo sobre ello, me pregunto en qué acabaría ese nuevo campo que tan elegantemente nos explicó en su última clase… pues seguro que, conociéndolo, pondría muchas horas después en ese tema que le venía rondando por su cabeza.

Volviendo a nuestra clase de clausura, me gusta recordar con melancolía, pues ya sólo se hacen on-line, que esa tarde el Colegio se “vestía de gala”, había un lleno total de la sala y, además, era cuando se entregaban los diplomas a los alumnos. Se respiraba un ambiente de alegría por parte de ellos y debo reconocer que existía un cierto nerviosismo inicial por parte de toda la organización del curso, esperando que todo saliera bien. Miguel venía el día antes y permanecía “concentrado” en su habitación del hotel preparándose su clase, como si fuera la primera de las miles que dio en su vida. Miguel captaba la atención de la audiencia desde sus primeras palabras y se iba metiendo en el tema de forma apasionada, con su voz y sus gestos. Me gustaba mirar sobre todo a los alumnos más jóvenes, que era la primera vez que lo escuchaban, y ver la atención con que le seguían. También la cara de admiración de algunos invitados, que sabía a ciencia cierta que era la primera vez que lo escuchaban. Debo confesar que a mí el Miguel Losada que más me gustaba, si me lo permitís decir, era el de la época más antigua, cuando improvisaba sobre las transparencias con los rotuladores de colores o cuando tiraba de pizarra. Aún recuerdo en el tercer curso (2010), en el antiguo Colegio de Málaga, cuando dejó las transparencias y se fue a la pizarra y empezó a escribir y dibujar, pasando los royos de papel, unos tras otros, en un alarde didáctico de lo que era dar una clase sin ningún aparataje informático. El tema de su charla no era trivial: “La Ingeniería de Costas y la variabilidad climática”. No se me olvidará la cara de sorpresa de un concejal de playas invitado, en primera fila, cuando iba viendo en directo la ciencia que tenía el funcionamiento de una playa y cómo lo explicaba Miguel. Y también oyendo las críticas, con fundamento científico, de determinadas cosas que se continuaban haciendo de forma inapropiada en las playas. Porque, eso sí, Miguel no se cortaba delante de nadie a la hora de decir lo que opinaba.

Recordando de nuevo el acto de clausura, habíamos establecido un protocolo: palabras de despedida del Director del curso, presentación de Miguel Losada y de su clase final, pequeño descanso, entrega de diplomas por el Decano y otros invitados que formaban la mesa, y cierre del curso por el Decano de nuestra Demarcación. Como telón final de despedida teníamos un vídeo que habíamos montado con imágenes de los logros de nuestro maestro, el profesor Iribarren, que iban sucediéndose sobre las olas embravecidas de las playas del Cantábrico, con la preciosa canción de “Maitechu mía”, interpretada por Mocedades y Plácido Domingo.

Siempre lo escuchaba sentado a su lado, en silencio, e intentando que no se nos notase a los dos en los ojos que andábamos emocionados. Era nuestra forma de despedirnos, hasta el siguiente curso, en que nuevamente él me propondría algunos de los temas que llevaría rondando en su privilegiada cabeza.

Se acabaron ya tus clases y no pudimos despedirnos, por las circunstancias de la vida. Pero desde aquí quiero que sepas que nuestro Colegio de Andalucía y todos los alumnos que asistieron a tus clases magistrales de clausura te recordarán siempre por tu cercanía y por la excelencia y pasión que pusiste en transmitir tus conocimientos sobre la ingeniería marítima.»

Gregorio Gómez Pina
Director “Ad Honorem” del Curso de Especialización Práctica de Ingeniería Marítima