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TARDES DE ENCUENTROS COLEGIALES. HOMENAJE A MARIANO PALANCAR PENELLA

El respeto fue la base de su testamento vital, el Duero marcó su juventud y el Guadalquivir su madurez y la Corta de la Cartuja se erigió como su obra más emblemática y una actuación histórica para Sevilla, que cambió el urbanismo de la ciudad y su ‘providencia’

En torno al ingeniero y su obra se estrenará en enero una exposición en la Fundación Cajasol auspiciada por la Demarcación e impulsada por Mariano Palancar Sánchez

Respeto, admiración y emociones desbordadas. Esta fue la esencia de una tarde de homenaje dedicada a un ilustre ingeniero contemporáneo en el centenario de su nacimiento: Mariano Palancar Penella (1924-2020). Su hijo y “tres ingenieros superlativos”, como él mismo los definió, recordaron ante un auditorio repleto de compañeros las gestas de un profesional insigne que cambió con sus obras el rumbo de la historia de Sevilla. Lo hicieron dentro de los Encuentros de Tardes Colegiales organizados por el Representante Provincial en Sevilla del CICCP, Pietro Tucci.

La vicedecana de la Demarcación de Andalucía, Ceuta y Melilla del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Ana Chocano Román, presentó el encuentro anunciando la exposición que la entidad colegial prepara para enero de 2025, para recordar a la ciudad qué supuso la Corta de la Cartuja tras años de grandes riadas, cómo la valiente gestión y la ambiciosa visión de Palancar Penella permitieron llevar a cabo una obra emblemática que ha sido “providencial” para Sevilla. Mariano Palancar Sánchez, impulsor de esta muestra, anunció que podrá visitarse a partir de mediados o finales de enero del próximo año, en la Fundación Cajasol.

Chocano Román recordó que este año el Colegio ha pedido también al Ayuntamiento la concesión de un espacio con su nombre, cercano a la Corta de la Cartuja. “Estos reconocimientos permiten sacar a la luz el trabajo de grandes ingenieros que dejaron una huella imborrable”, como Mariano Palancar Penella, y en ello también se afana esta Demarcación, de quien fue el cuarto Decano (1988-1995 para Andalucía Occidental) y quien ya le otorgó en 2011 (con 87 años) el I Premio de la Ciudad de Sevilla por una vida dedicada a la Ingeniería Civil.

En el encuentro en la oficina de Sevilla se trajeron al presente imágenes y momentos de la “madurez” profesional de Palancar Penella, ligada al río Guadalquivir, desde cuatro miradas cercanas, que vivieron junto a él parte de esos años y participaron de sus hazañas. El que fuera su pupilo desde los primeros meses de su llegada a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, Juan Saura Martínez, allá por el año 1969, lo definió como “un hombre adelantado a su tiempo”, con muchas ideas para modernizar una CHG que fue con él “pionera” en Planificación Hidrológica -con sus libros azules y verdes de recursos y de obras por hacer-, o en modernización de regadíos por su preocupación por el buen uso del agua -con la ejecución del Canal del Viar-, y singular por ser una entidad totalmente saneada y con importantes recursos para invertir –“cuyos cimientos también los puso Palancar”-.

Saura Martínez puso el foco en un episodio crítico que, gracias a la actuación del ingeniero homenajeado, desatascó su gran proyecto en Sevilla, el de la Corta de la Cartuja: “Unas fuertes lluvias acumularon en el río hasta 5.000 hm3/segundo y la fuerza del agua socavó las defensas de la curva de San Jerónimo. Se vivieron momentos críticos, porque su rotura habría generado olas de hasta ocho metros que habrían arrasado la ciudad. Palancar Penella usó este episodio para conseguir una solución definitiva del Gobierno nacional”, con la financiación total del Ministerio de Obras Públicas de un proyecto con un presupuesto de cerca de mil millones de pesetas.

No mucho antes se había estado gestando en su cabeza esta solución faraónica, que suponía cambiar el curso histórico del río Guadalquivir y duplicar la dársena del Puerto de Sevilla. Para apoyar su proyecto solicitó al ingeniero José Luis Manzanares Japón que estudiara su viabilidad. Como relató en el encuentro, concluyó que “la ciudad de Sevilla saldría ganando, pero que la actuación valdría un montón de millones de más que la idea originaria”. “Su buen hacer y su gran gestión la hizo posible”, destacó Manzanares Japón, quien lo definió como un “gestor modelo” y un “excelente urbanista”, que ganó para Sevilla 500 hectáreas de terreno en una zona privilegiada, dándole “la providencia de la Expo 92 la razón”.

Fue la solución más eficaz para la defensa de las avenidas y riadas que asolaron durante años la capital y modeló Sevilla, transformando un espacio aislado e inundable en una zona útil inmediata al Casco Histórico. Preocupado por la futura especulación de una zona tan atractiva, logró que el Ministerio de Vivienda se encargara de expropiar los terrenos necesarios para la obra y los que luego se convirtieron en la Isla de la Cartuja. Las obras se adjudicaron finalmente en 1975 por 738 millones de pesetas, tres años después de que se aprobara el proyecto.

El ingeniero Agustín Argüelles Martín, quien coincidió con él en un breve periodo en Confederación, lo describe como un “materializador de ideas” y así lo refrenda su bagaje. “La preocupación fundamental de Mariano fue la protección de Sevilla frente a las catastróficas inundaciones y la respuesta del Organismo que él dirigía fue una gestión eficaz de correcciones hidrográficas de los arroyos peligrosos de Sevilla, y del Río Guadaira, obras que todos conocemos”, detalló. Una vez resuelto prácticamente el problema de la inundabilidad de Sevilla, explicó este compañero, Palancar Penella consideraba que el río en su tramo urbano era un elemento urbanístico y estructurante territorial de primer orden, así como una vía de comunicación comercial, con capacidad para ser eje y soporte de actividades lúdico-deportivas y de una serie de parques urbanos conectados. Esta valoración le llevaba a la maduración de su idea de realización de un parque lineal del Guadalquivir para completar el escenario de la Corta de La Cartuja.

En un artículo que publicó en un número especial de la Exposición Universal de 1992, el homenajeado exponía sus ideas sobre la creación de varios parques suburbanos vinculados con el río, la creación de áreas recreativas conectadas fluvialmente y con la propia dársena a través de una esclusa secundaria en el Tapón de San Jerónimo, idea que repitió en varias de sus intervenciones publicadas (la Demarcación del CICCP, recopiló y editó veintisiete entre 1976 y 1992), que permitiera navegar en modo turístico- recreativo la Dársena y el tramo de conexión del río desde el inicio de la Corta hasta retornar por la esclusa sur que él, “adelantándose muchos años a lo  hoy realizado” reclamaba como una esclusa más moderna y de mayor capacidad que la existente en su momento. Completaba Mariano la exposición sintética de sus ideas con propuestas de un mirador paisajístico en San Juan de Aznalfarache, un embarcadero en la margen izquierda del cauce nuevo de la Corta, y la utilización de un puerto de invernada para embarcaciones recreativas en la zona sur próxima al “muñón” del Canal Sevilla Bonanza, narró Argüelles Martín.

Todos los ponentes hicieron hincapié en su faceta humana, su cercanía, su calidez y su implicación personal con cuantos trabajaban con él. De ese “testamento vital” de principios que dirigían su vida habló su hijo, quien recordó una frase de la que se sentía “orgulloso”: No debemos trabajar pendientes sólo del dinero. Hay otros valores más importantes, como el trabajo bien hecho, la responsabilidad, el servicio a la sociedad y el respeto a las personas. Esta frase en sí misma definió a Mariano Palancar Penella, un ingeniero prolífico, intelectualmente inquieto, cosmopolita, generalista y con “vetas de humanista”, que ha quedado demostrado que fue un “visionario”.

Con 92 años escribió su último libro, ‘Diez temas básicos tratados con respeto’, que su hijo repartió entre los asistentes. Mariano Palancar Sánchez expresó lo difícil que era encontrar palabras de agradecimiento por la elevada asistencia de tantos compañeros al homenaje a su padre y por las loables dedicatorias de “los tres ingenieros superlativos presentes”.

 
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