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SEXTO VIAJE ANUAL DE COLEGIADOS. ORGANIZADO POR RICARDO YBARRA HUESA

Hasta 25 poblaciones, con innumerables visitas a enclaves de interés histórico, arquitectónico y natural, así como cinco incursiones senderistas, han compuesto este viaje de 37 compañeros y acompañantes entre los días 14 y 23 de septiembre

El tradicional viaje de primavera de los colegiados de Sevilla se retomó en septiembre, después de un año de paréntesis impuesto por la pandemia, y con un aplazamiento de unos meses en las habituales fechas para asegurar una experiencia segura y, como siempre, digna de recuerdo. Diez días completos y nueve noches, partiendo de Soria –con una parada previa en Tarazona- siguiendo el curso del río Duero y tomando como base la capital de Burgos desde la tercera noche en ruta, con encuentros puntuales en esta segunda parte del viaje con otro gran río, el Ebro. Unas 25 poblaciones, incluidas las capitales, incontables visitas culturales, a las joyas arquitectónicas, religiosas y urbanas, y cinco paseos naturales de corto recorrido para acercar los pasos hacia iconos de esas tierras.

En Soria pudieron dedicar un día entero a su capital, con paradas tan especiales como al casi abandonado ya pueblo de Calatañazor, la catedral de Burgo de Osma, Ucero y el paseo a pie por el Cañón del Río Lobos hacia la ermita de San Bartolomé, o el paso por el puente de los Siete Ojos.

Una vez en terreno burgalés, la primera visita fue a una de las ermitas más antiguas de todo el recorrido, la de Santa María de Lara, en Quintanilla de las Viñas, de época visigoda y datada en el Siglo VIII. En este cuarto día pudieron conocer la Colegiata de Covarrubias, el Monasterio de Silos, realizar una visita a San Pedro de Arlanza y realizar un recorrido andando por las pasarelas del impresionante desfiladero de la Yecla. El quinto día de viaje los llevó hacia las Merindades, con paradas en Medina de Pomar, Ojo Guareña, Puentedey y Puentearenas, y una visita a la Cueva de la Merindad de Sotocuevas y a San Pedro de Tejada, iglesia del siglo XII de propiedad privada.

En Burgos era obligada una incursión en Atapuerca, en un día muy en consonancia con visitas al Museo de la Evolución Humana y a la exposición de las Edades del Hombre, entre otras citas. El octavo día de viaje hubo un segundo acercamiento a las Merindades, destacando las poblaciones de Briviesca, Oña y especialmente Frías, con su “magnífico puente medieval sobre el Ebro”. El penúltimo día tenían reservado el paso por el incomparable marco de Orbaneja del Castillo, envuelta en una excepcional cascada con poca agua por esta época, pero donde pudieron realizar un sendero de cinco kilómetros por el margen del Ebro. En el recorrido hacia Zaragoza aprovecharon para parar en Redecilla del Camino y la catedral de Calahorra.

 
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