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DEMARCACIÓN DE ANDALUCÍA, CEUTA y MELILLA DEL CICCP

Cuarenta y seis personas, entre colegiados y acompañantes, realizaron un viaje de diez días que les permitió adentrarse en “la gran desconocida” Teruel y recorrer Albarracín, la Sierra de Gúdar, el Alto Maestrazgo, Aroca y Calatayud, con llegada y final en Zaragoza

La primavera desempolva el alma viajera de nuestros colegiados en Sevilla, que han tomado el norte de España como su zona de expedición explorando cada año un pequeño rincón de ese rico patrimonio monumental y paisajístico que encierra nuestro país. Bajo la batuta de Ricardo Ybarra, compositor único de cada paso del trayecto, estudiado con mimo y gusto por el detalle, este 2019 un total de 46 personas han recorrido la “gran desconocida” Teruel, con llegada y vuelta desde la impresionante Zaragoza.

La primera jornada se fue entre el viaje, comida en Cariñena y llegada a Teruel. La incursión en esta tierra empezó el segundo día por Albarracín, con una visita guiada por el pueblo y la catedral. Estrenaron las botas de senderismo por la tarde por el paseo fluvial del río Guadalaviar, antes de dirigirse a Cella para ver el mayor pozo artesiano de Europa, nacimiento del río Jiloca. Declarado Monumento Histórico-Artístico por el Ministerio de Cultura en 1983 y Bien de Interés Cultural por el Departamento de Educación, Cultura y Deporte en 2003. El tercer día amanecieron andando desde San Blas, por el Cañón del río Guadalaviar hasta la Presa del Arguillo. Hora y media en un espectacular camino por el cauce que concluye ante 200 escalones para subir hasta la presa. Aún con fuerza en las piernas, se dirigieron para una visita al Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno, en Bezas, declarado también Área de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia Comunitaria. Además coincide en parte con el Parque Cultural de Albarracín, donde se encuentran importantes muestras de arte rupestre. Estas pinturas fueron las primeras, junto con las de Altamira, en ser reconocidas como rupestres en España. La mañana concluyó con una comida en un antiguo convento de Gea de Albarracín.

El cuarto día se acercaron en visitas guiadas hasta Rubielos de Mora, catalogado como uno de los pueblos más bonitos de España, y Mora de Rubielos, un juego de palabras que suena a romance de estos dos pueblos mellizos de la sierra de Gúdar. En Mora la vida giraba en torno a su imponente castillo, que fue sede de un señorío, el de Gonzalo Fernández de Heredia. En cambio, Rubielos perdió su fortaleza pero el pueblo entero es un tesoro medieval. Rubielos de Mora se abre como gran mirador natural sobre el altiplano de Teruel, recibiendo con fundada razón la calificación de “Pórtico de Aragón”. Otro de los sobrenombres que ostenta es de “Corte de sierra” por el gran número de casas solariegas y edificios notables que forma su Conjunto Histórico Artístico (Premio Europa Nostra 1983). La villa de Rubielos pertenece a la Red de Municipios por la calidad de vida “Cittaslow” y es lugar de sellado en el Camino del Cid. Mora fue un importante núcleo de poder siglos atrás. El día dio para el que quisiera una última cita, con una interesante visita al Centro de Conservación de Carreteras de Teruel, donde el Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Carlos Casas expone unos talleres donde se puede construir a pequeña escala una carretera o un puente.

En el ecuador del viaje, Teruel fue la elegida coincidiendo con la Fiesta de Gigantes y Cabezudos y el Toro Ensogado, que no impidió una visita guiada a la ciudad, pasando por el Museo Etnográfico, el Mausoleo de los Amantes, la Iglesia de San Pedro o la Torre del Salvador. La mañana del sexto día abandonaron Teruel rumbo al Alto Maestrazgo, con parada en el Nacimiento del Río Pitarque –en las estribaciones de la Sierra de Gúdar-, una ruta de unas tres horas cuyo premio era una gran cascada que manaba de la roca. Tras reponer fuerzas en la Fonda Josefina en Villaluengo, pararon en los Órganos de Montoro, conjunto natural conformado por una gran cantidad de unas impresionantes agujas calcáreas de más de doscientos metros, antes de hacer noche en el Hostal la Trucha.

El séptimo día se adentraron en el Alto Maestrazgo, con visitas a Cantavieja, Mirambel, ambos  declarados también uno de los pueblos más bonitos de España, y la Iglesuela del Cid. En el primero destaca su fisionomía de trazado medieval y sus miradores. Por su parte, Mirambel fue declarado en 1980 Conjunto Histórico Artístico por ser “Villa cargada de historia, conservando en su totalidad el recinto amurallado y las notables construcciones, sin alterar la imagen y el ambiente medieval” y, al año siguiente, se le concede la medalla de Oro del premio Europa Nostra por las tareas de restauración y ordenación del conjunto urbano de la localidad, la cual le fue entregada personalmente por la Reina Doña Sofía. Aun así no se puede desdeñar la Iglesuela del Cid, uno de los pueblos más espectaculares del Maestrazgo, con su peculiar trazado urbano.

El octavo día volvieron a plegar velas dirección al Hotel del Monasterio Benedictino de Calatayud, con paradas en Montalbán, en el Puente románico de Luco de Jiloca y visita guiada en Daroca. El penúltimo día no podían dejar atrás estas tierras sin recorrer el Parque Natural del Monasterio de Piedra en Zaragoza, y concluir con un didáctica visita a las Bodegas Langa. El décimo día pudieron realizar una visita guiada a Calatayud antes de coger el AVE de regreso.

 
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